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martes, 19 de marzo de 2013

Pirámide del Sol ligada al calendario ritual, no a equinoccios


 “La gente viene a ‘tomar energía’ en su cima, pero no tenemos nosotros, como arqueólogos, datos para decir que en efecto esto suceda”: Rubén Cabrera 
El gran monumento se alinea a la puesta del astro el 29 de abril y el 13 de agosto. Estas fases están ligadas al calendario ritual de 260 días: Jesús Galindo, arqueoastrónomo 


 
Desde hace 20 años aproximadamente, Rubén Cabrera Castro, decano de la Zona Arqueológica de Teotihuacan, ha visto aumentar la visita a este sitio durante el 21 de marzo —un fenómeno que por tanto considera reciente—, sin embargo, afirma con énfasis que hasta el momento no existen datos arqueológicos que sustenten de forma fehaciente la vinculación de los edificios teotihuacanos con los equinoccios.
Para el experto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien desde los años 60 ha explorado diversas áreas de este sitio del Estado de México, es la traza de la ciudad y la orientación de sus edificaciones, entre ellas la Pirámide del Sol, los que demuestran su proyección de acuerdo con eventos astronómicos, aunque no necesariamente con el equinoccio de primavera y el solsticio de verano, pero sí claramente con los cuatro puntos cardinales.
“Al ser el edificio más grande e importante de la ciudad, era el lugar donde se veneraba a la deidad principal, la cual —por elementos hallados en ofrendas— guardaba conexión con el agua, con las épocas de cultivo y cosecha, pero no sólo eso, a 12 metros de profundidad de la base de la Pirámide del Sol y cerca del centro de la misma se encontraba un manantial que, además, tenía cuatro vertientes en coincidencia con los puntos cardinales”.

La existencia de tal manantial fue el factor que influyó en la construcción del gran monumento, haciendo coincidir su centro con este cuerpo de agua.

Según Cabrera Castro, en términos generales las pirámides mesoamericanas emulan un cerro con agua, el llamado “cerro de los mantenimientos” o altepetl.
El profesor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH, recuerda que este hallazgo, registrado en 1971, abrió nuevas perspectivas para Teotihuacan en general y para la Pirámide del Sol en particular.
En labores encomendadas al arqueólogo Jorge Acosta fue que se ubicó al interior una cueva —de 103 m de largo— que llega casi al centro de la pirámide, a la cual se entra por la fachada principal (oeste del monumento). Además se encontraron una serie de muros recubiertos de estuco, así como piedras que sirvieron de canales para el agua.
Por esos aspectos, como la orientación, la ubicación de la Pirámide del Sol y su vínculo con el concepto de fertilidad —expresó Rubén Cabrera—, “la gente viene cada 21 de marzo a ‘tomar energía’ en su cima, pero nosotros no tenemos, como arqueólogos, datos para decir que en efecto esto suceda. Son ideas que han surgido recientemente, hará unos 20 años”.

Sin embargo, señaló que al igual que hoy en día, el contexto de la Calzada de los Muertos y las pirámides del Sol y de la Luna, fue escenario de tumultos dado que gente de la ciudad y venida de fuera, acudía “tanto a venerar a la imagen de la deidad o deidades, como a algún gobernante.

“Por esa razón, cuando los mexicas acudían a Teotihuacan, alrededor del siglo XIV, ocho siglos después de abandonada, creyeron que sólo en una metrópoli de esas dimensiones —que se extendió por más de 20 km²— pudo tener efecto la creación de la era del Quinto Sol.
“Hasta el momento los arqueólogos no hemos encontrado evidencia de esa gran hoguera de la que hace referencia la leyenda de creación del mundo, pero sí se han localizado discos solares (el más conocido es uno de piedra que también representa al dios de la muerte) en la Plaza de la Pirámide del Sol, de manera que el mito debe guardar cierta verdad”, estimó el investigador de la ZAT.
El plano de la ciudad de Teotihuacan estaba extraordinariamente bien trazado. Cualquiera de sus calles que corren en dirección norte-sur sigue con exactitud una orientación de 15º grados y medio al Este del norte (astronómico), mientras las que se encuentran este-oeste están casi en ángulo recto, con cerca de 16º y medio al sur del Este.
Al respecto, el arqueoastrónomo Jesús Galindo, de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien ha realizado mediciones en varias estructuras arqueológicas del país, considera que lo interesante es que el eje principal de la Ciudad de los Dioses, es decir, la Calzada de los Muertos es perpendicular al eje de simetría de la Pirámide del Sol, y ésta dos veces al año (el 29 de abril y el 13 de agosto) se alinea a la puesta del astro.

La pirámide también se orienta a la salida del Sol, las madrugadas del 12 de febrero y 29 de octubre. Astronómicamente esto no dice nada, señala Galindo, “no suceden solsticios ni equinoccios en esas fechas, tampoco ocurre el paso cenital del astro”.

Detrás está ni más ni menos que la medida del calendario ritual de 260 días, común entre los pueblos de Mesoamérica. Explicó que a partir de la primera alineación, el 29 de abril, el Sol se irá metiendo en distintas posiciones y transcurridos 52 días se alcanza el solsticio de verano, en apariencia el astro se detiene y comienza un retorno de 52 días, cuando el 13 de agosto se repite la imagen.
“A partir del 13 de agosto se va a ir metiendo cada vez más hacia el sur, pasa por el equinoccio, llega al solsticio de invierno y el 29 de abril del año siguiente se completa el ciclo anual de 260 días usado en época prehispánica. De modo que la división del año solar se expresa en las proporciones: 52, 52 y 260”.
Sobre el aspecto mítico-religioso de esta avanzada medición, el experto concluyó que Quetzalcóatl o “La Serpiente Emplumada”, era considerado el dios civilizador que había otorgado el calendario a la humanidad; “que de pronto una estructura como la Pirámide del Sol tenga este valor simbólico era de alta jerarquía. Los teotihuacanos retomaron esto de otras culturas, pero lo expresaron en el diseño de su ciudad”.

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