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viernes, 9 de junio de 2017

Flores y cerezas: atractivos turísticos

Miles de cerezos en flor que se pueden ver desde la misma carretera que une estos pueblos de la Comunidad Valenciana.


 España, EFE-contenidos gratis / ciberpasquinero

Estamos en plena primavera y los campos de vivos colores y agradables fragancias son un reclamo para los sentidos. 
El medio rural quiere aprovechar cada vez más el interés que despiertan esas escapadas al campo cuando la floración de la plantas muestra todo su esplendor.
No escapa a esta tendencia el municipio de la Vall de la Gallinera, en el interior de la comarca alicantina de la Marina Alta. 
Ocho pequeños núcleos urbanos de origen morisco (Benirrama, Benialí, Benissivà, Benitaia, la Carroja, Alpatró, Llombai y Benissili) que conforman un único ayuntamiento de unos 700 habitantes, lo que simboliza a la perfección la necesidad de aunar esfuerzos para conseguir el máximo rédito posible a sus potencialidades.
Y obtener ese rédito pasa en primavera por atraer al turista ávido de experiencias sensoriales como las que transmiten los miles de cerezos en flor que se pueden ver desde la misma carretera que une estos pueblos de la Comunidad Valenciana.

'Fiesta de la Cereza'

El calendario festivo es uno de los grandes atractivos de esta zona de la Marina Alta alicantina. Sin duda, no hay que pasar por alto la Fiesta de la Cereza, en el primer o segundo fin de semana de junio.
Con este evento, se celebra el fin de la temporada de recogida de cerezas en el valle. Sirve asimismo como homenaje a este fruto que cuenta con su propio sello de calidad: el de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) 'Cerezas de la Montaña de Alicante'.
Cada año tiene lugar en uno de los pueblos y es una ocasión idónea para adquirir no sólo cerezas, sino también otros productos típicos de la zona como aceite, embutidos o miel.
No faltan, sin duda, el desarrollo de actividades paralelas: excursiones, exposiciones, comidas populares, música, teatro o incluso eventos llamativos como el campeonato de lanzamiento de huesos de cereza. 

  • A la primera edición de esa singular competición se apuntaron varias decenas de concursantes y como curiosidad cabe resaltar que el ganador consiguió lanzar a 9 metros y 63 centímetros de distancia su hueso de cereza.
Por supuesto que a esa gran fiesta hay que añadir las fiestas patronales de las ocho localidades, que se celebran en diferentes fines de semana de agosto y septiembre en honor a San Roque, San Miguel, la Virgen de los Desamparados, San Francisco de Borja o San Pascual Bailón.
No faltan en ellas las famosas representaciones de Moros y Cristianos, siendo de especial relevancia las de Benialí a mediados de agosto.




Más atractivos

Si se utiliza como excusa perfecta para visitar el valle asistir a la Fiesta de la Cereza, lo mejor es aprovechar para recorrer los rincones con encanto de esta zona de la Marina Alta.
En diversos puntos de la comarca hay instalados paneles en los que se recomienda hacer la 'Ruta dels 8 pobles' que comienza en Benirrama y acaba en Benisili, con un promedio de distancia entre pueblos de 10 kilómetros que se recorren entre carreteras y caminos rurales. 
El recorrido deleitará con el contraste de sierras, barrancos, valles, campanarios, callejuelas, fuentes naturales y, por supuesto, hileras de cerezos en flor que impactarán al visitante.
Hay que tener en cuenta que el valle alberga una riqueza natural única, con una elevada biodiversidad. En sus terrenos conviven encinares, pinares o arbustos. La fauna es asimismo diversa y destaca la presencia del águila real.
No hay que pasar por lo alto tampoco puntos de máximo interés ecológico como la sierra de la 'Foradà' y la sierra de la Safor, calificadas como Lugar de Interés Comunitario (LIC) o la microreserva de flora de 'Les Llomes del Xap'.
En la 'Peña de la Foradà', precisamente, tiene lugar un fenómeno único: la conocida como 'Alineación solar' que se produce dos veces al año: en octubre y en marzo. 
Consiste en que la luz del sol pasa por el agujero horadado en el peñón y alumbra los restos de un antiguo convento franciscano. Un 'capricho' de la naturaleza convertido en reclamo turístico.




Legado histórico

A su vasto patrimonio natural hay que añadirle su no menos interesante legado histórico y cultural. Una historia que comenzó a escribirse en el Paleolítico (100.000-50.000 a.C.), época de la que hay datados asentamientos humanos y muestras rupestres declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La cultura íbera también dejó su huella y, de hecho, se pueden visitar los restos del poblado del 'Xarpolar', emplazado en una amplia meseta y delimitado por restos de muralla. De él se extrajeron restos cerámicos depositados en varios museos, si bien no se ha llevado a cabo una prospección profunda del lugar.
Más llamativa aún es la impronta que dejó la cultura islámica, de la que quedan vestigios como el castillo de Benissili, el castillo de Benirrama y el cercano castillo de Forna. 
Se construyeron en el siglo XI y XIII, respectivamente, y fueron lugar de residencia del príncipe musulmán al-Azraq, conocido por su feroz resistencia contra los cristianos del rey Jaume I.




Gastronomía y descanso

Si nos sentamos a la mesa en cualquier bar o restaurante de la Vall de la Gallinera, hay que probar una de sus comidas más típicas: el 'blat picat', un plato caldoso cuyos principales ingredientes son trigo picado, nabicol, acelgas, cardos, garbanzos, patata, carne de cerdo y tocino fresco y un puñado de caracoles además, por supuesto, del aceite de la zona y la indispensable sal.
También son clásicos los 'minxos', similares a empanadillas, rellenas de cebolla y tomate, gamba de río y tomate, anchoas o embutido.
Pero hay más: el arroz al horno, la carne de jabalí, el puchero o el aguardiente de cereza dan su propia personalidad a la cocina tradicional de La Gallinera.
A la hora de descansar, la oferta de una veintena de casas rurales da respuesta a la demanda de los turistas más exigentes. 
En Benirrama, por ejemplo, hay varias casas: 'El Raconet', 'La Torreta' o 'Cal Rull'; en Benissivà, 'Casa El Casino' o la 'Casa Gallinera'; en Alpatró, 'Casa El Pati' o área recreativa 'La Garriga'; Benialí, 'El Capricho de la Portuguesa' y en La Carroja, casa 'El Forn', entre otras.

Ocho pueblos con encanto, cuya riqueza paisajística, cultural o gastronómica demuestran que el interior de la Comunidad Valenciana esconde tesoros por descubrir más allá del reclamado turismo de sol y playa.

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